martes, 7 de septiembre de 2010


Estás alicaído, estás dudando,
no te alcanzan las pruebas ni las preces,
cada Dónde te ofusca, y cada Cuándo.

Recorres el confort, las estrecheces
que quedaron atrás y es razonable
que reclames la vida que mereces,
las ventanas en paz, el techo estable.
Pero yo, te confieso, prefería
(¿cómo querés hermano, que te hable?)

cuando tu vieja angustia estaba al día
con la amgustia del mundo, cuando todos
éramos parte en tu melancolía.

Sé qué polvos trajeron estos lodos
pero saberlo no es la mejor suerte.
Invetaré quién sos. De todos modos,
inventarte es mi forma de creerte...
M.B

1 comentario:

  1. Hola Sol, he recorrido el blog y me han resultado interesantes tus publicaciones. Me pregunto si son de tu autoría. De todos modos son inspiradoras. Ésta última me hace recordar a cuando suelo pensar sobre la melancolía que caracteriza mi forma de estar siendo. Entonces me dió curiosidad saber si eres una mujer melancólica. A mi criterio esa cualidad es una especie de virtud contradictoria, en primer lugar porque nos enfrenta a una dualidad existencial; el choque entre lo eterno y lo efimero. Como buen amante del tango, suelo escuchar mucho a Piazzolla, y al sentirlo en sus melodías pienso en lo que transmiten como sensaciones; Se trata de la conciencia de lo finito, Piazzolla me transmite la conciencia de la muerte, de lo limitado. Entonces, la melancolia que genera su música, no responde a un estado inerte, sino todo lo contrario, a la esperanza radicada en lo dinámico. Decir "melancolía de no ser" infiere a tener conciencia de que cambiamos constantemente, que el Ser no es rigido, está siendo, se construye en relación dialéctica con su medio.

    Bueno, espero no haber obstruido la bella poesía con estas cuestiones cuasi-filosoficas. Solo que este espacio tuyo me gusta.

    Juan Ignacio García.

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Te busco, amor, en la vigilia y cuando duermo. En el pasado de mi vida, en el a-tiempo. Recorro gaviotas que me han prometido una respuesta. Golpeo soledades por si acaso sean tu escondite.
Y la sangre, la sangre de estos puños lastimados. Desde la biblioteca Pablo me ofrece veinte poemas que te nombran. Pero sigue el silencio.

Te busco, amor, en la pertinaz indiferencia de los días. En el dolor. La mordedura.
En la inabarcable zozobra de todo lo imposible.


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