
En algún lugar al que nunca he viajado,
felizmente más allá de toda experiencia,
tus ojos tienen su silencio: En tu gesto más frágil
hay cosas que me encierran
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.
Con solo mirarme, me liberas.
Aunque yo me haya cerrado como un puño,
siempre abres, pétalo tras pétalo mi ser,
como la primavera abre con un toque diestro
y misterioso su primera rosa.
O si tu deseo fuera cerrarme, yo y
mi vida nos cerraremos muy bella, repentinamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cuidadosa cayendo por doquier.
Nada que hayamos de percibir en este mundo
iguala la fuerza de tu intensa fragilidad,
cuya textura me somete con el color de sus campos,
retornando a la muerte y la eternidad con cada respiro.
Ignoro tu destreza para cerrar y abrir pero,
apenas algo en mi comprende
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas...
Nadie, ni siquiera la lluvia tiene manos tan pequeñas.

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